Situación legal
Con estos mismos argumentos en la mano, y tras la aprobación del
Parlamento de Cataluña, en marzo de 2001 se presentó ante el Senado una
iniciativa parlamentaria para instar al Gobierno a impulsar la legalización del
cannabis y sus derivados para usos terapéuticos. En la proposición no de ley,
los expertos llamados a consulta mencionaron estudios científicos que
destacaban que en la composición de la planta hay componentes químicos que
causan la desaparición de los vómitos y la ansiedad en enfermedades como el
cáncer o el sida, que requieren tratamientos muy agresivos. Además, explicaron
que los componentes químicos del cannabis que no producen efectos psicoactivos
tienen mayor eficacia como antiinflamatorios, especialmente para la artritis.
La proposición también señalaba que "la situación de
ilegalidad en la que se encuentra" la droga "impide que los
beneficios de su uso puedan ser una opción" para muchas personas y
explicaba que la "acción más eficaz la proporcionan los extractos
estandarizados de la hierba y no sus fracciones químicas".
La propuesta no prosperó, pero poco después el Ministerio de
Sanidad anunció que los servicios de oncología de los centros hospitalarios
españoles podrán recetar un fármaco cannabinoide sistético -el Nabilone- para
aliviar las náuseas que provoca la quimioterapia. El medicamento, que se trae
desde Gran Bretaña porque aquí no ha sido presentado por ningún laboratorio
para su aprobación en la Agencia Española del Medicamento, se debe solicitar a
Sanidad a petición del facultativo y sólo podrá aplicarse en enfermos que hayan
fracasado con la administración de los actuales productos antieméticos. Además,
tampoco es recomendado para todos los casos; las reacciones adversas que
provoca pueden ser tan graves e incapacitantes como los vómitos; efectos
neurológicos, vértigo, confusión, adormecimiento, euforia...., aunque también
elimina la dificultad que ofrece la planta para determinar la dosis exacta, y
la profundidad de las inhalaciones que debe realizar cada enfermo en cada
estado de la enfermedad. Asimismo, las preparaciones de cannabis utilizadas
comúnmente son mezclas de muchos compuestos, cuyos efectos a veces se
contraponen y, cuanto más baja sea la potencia de la marihuana, más veces necesitarán
los enfermos inhalarla para notar sus efectos, lo que incrementa el riesgo de
efectos secundarios.
Desde el Plan Nacional de Drogas no se habla de la prohibición de
los usos médicos de la marihuana, simplemente se insiste en que "no existe
ningún estudio definitivo y categórico que demuestre de forma irrevocable"
las ventajas del uso terapéutico del cannabis o su principio activo -el THC-
frente a otras sustancias que ya se utilizan en la farmacología. Según
reiteradas declaraciones del delegado del Gobierno, Gonzalo Robles, "nadie
se opone a que se puedan usar las sustancias desde el punto de vista
terapéutico, al igual que las derivadas del opio o la codeína, pero hay que
estudiar si los efectos positivos para la salud son más importantes que los problemas
que pudiera generar este tipo de conducta". También se pone especial
empeño en desmentir que tras la hipotética aprobación del uso médico de la
marihuana se vaya a pasar a la legalización de su uso lúdico. De hecho, una de
las principales preocupaciones de los responsables del organismo es que los
consumidores no perciben el daño inmediato y la percepción de riesgo ha bajado,
lo que se hace especialmente grave en el aumento registrado del consumo
experimental de esta sustancia entre los escolares, víctimas de la manipulación
de las informaciones de los supuestos efectos terapéuticos, y por ende no
nocivos, de la 'maría'.
Tras Cataluña, Baleares, Aragón y Andalucía también han puesto en
marcha iniciativas similares. En Bélgica, Alemania y algunos estados
norteamericanos, los enfermos disponen de pastillas con el principio activo de
la marihuana con el nombre de Marinol. En Inglaterra, además, se ha rebajado la
calificación de peligrosidad y se ha despenalizado la posesión de pequeñas
cantidades de cannabis, aunque sin llegar a la situación de Holanda o Suiza,
porque en Gran Bretaña la droga sigue sometida a un mercado ilegal. Los más
decididos han sido los canadienses, quienes bajo estricto control médico han
facilitado a los enfermos el acceso a la propia planta y no a sustitutivos
sintéticos.
En cualquier caso, a la marihuana, que nunca ha dejado de ser
considerada una droga blanda, le ha tocado abrir camino ante la posibilidad de
emplear con fines terapéuticos otras sustancias adictivas más fuertes. El año
pasado, en España se aprobó la posibilidad de presentar proyectos de ensayo
clínico relacionados con la heroína a la Agencia Española del Medicamento.
Estas pruebas, que sólo se podrán realizar un tiempo limitado y sujetos a unas
rígidas condiciones, pretenden comparar los efectos de la heroína, la morfina y
la metadona orales en heroinómanos que presentan fracaso reiterado en todas las
alternativas terapéuticas convencionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario